Durante la Pandemia del Coronavirus, mucha gente sufría y me pidió ayuda, cuando todos los abandonaban. Yo me compadecí de ellos y los colmé de bendiciones para que no les faltara nada. Lo hice solamente por amor, para que fueran muy felices. No les pedí nada a cambio, ¿pues que mérito tendría entonces el ayudar por interés? Lo único que les dije fue que oraran mucho a Dios para que mis enemigos no los fueran a engañar.
Pero tengo un amigo que sí pide que nos dejen entrar en los clubs, sin tener que formarnos en línea. En varios lugares nos han dejado entrar y yo les agradezco mucho con todo mi corazón. Pero el otro día fuimos a un club y el portero nos pidió dinero para dejarnos entrar. Me pareció muy injusto; no me sentí cómodo dándole dinero, y no nos dejó entrar. Nunca me agradecieron por todo el bien que hacía por ellos. Tampoco lucharon por el amor de Dios como yo les pedí, sino que dejaron que el demonio les arrebatara Sus bendiciones. Me juzgaron y me condenaron con mentiras, como mis enemigos, y se burlaron de mí.
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Mis enemigos se jactan de que ellos me forzaron a disculparme con mis hermanitos, en contra de la ley. En verdad, yo me disculpé con ellos por amor, no porque nadie me haya forzado. Nadie puede forzar al Señor Todopoderoso a hacer nada; El solo hace Su Santa Voluntad. Si el Señor me permitió aliviar su sufrimiento y darles Sus bendiciones, sólo fue por amor.
También escupían en mi comida porque decían que yo jamás me había disculpado con ellos, mientras yo le daba el pan y el vino del Señor a mis hijos que se estaban muriendo de hambre. En verdad, yo me había disculpado con ellos hacía muchos años, pero ellos mentían para hacerme daño y no dejarme servir a Dios. No les importaba la verdad y sólo se burlaban de mí. Por eso fueron castigados. Así también serán juzgados los que me juzgaron. No quedarán sin castigo. El Señor me declaró inocente y les prohibió a mis enemigos que me hicieran daño. Pero ellos se rebelaron en contra de El y no me dejaron servirlo, mientras millones de inocentes morían. Yo jamás les he forzado a disculparse conmigo. Una disculpa nace del corazón (como yo me disculpé con mis hermanitos que tanto amo), no por la fuerza como ellos creen. Cuando las personas malvadas que escupían en mi comida se disculparon conmigo, fue para no sufrir su castigo, no porque realmente tuvieran un corazón contrito. Se disculparon conmigo y siguieron haciéndome daño para no dejarme cumplir con la Santa Voluntad de Dios. Pero el día de su juicio pronto llegará. Serán juzgados de la misma manera que me han juzgado a mí. |
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