Cuerpo y Sangre de Cristo
Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo.
Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:
"Tomad y comed; esto es mi cuerpo".
Después tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles:
"Bebed de ella todos ustedes.
Esto es mi sangre del pacto,
que es derramada por muchos para el perdón de pecados".
(Mt 26:26-28)
Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:
"Tomad y comed; esto es mi cuerpo".
Después tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles:
"Bebed de ella todos ustedes.
Esto es mi sangre del pacto,
que es derramada por muchos para el perdón de pecados".
(Mt 26:26-28)
El Mejor Vino
“Todos sirven primero el mejor vino y,
cuando los invitados ya han bebido mucho,
entonces sirven el más barato;
pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora”.
(Juan 2:10)
cuando los invitados ya han bebido mucho,
entonces sirven el más barato;
pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora”.
(Juan 2:10)
El Pan y el Vino del Señor
El Manjar de Vida
Es como un manjar que comen de él muchas personas, y las que comen poquito, quédales sólo buen sabor por un rato; las que más, ayuda a sustentar; las que comen mucho, da vida y fuerza; y tantas veces se puede comer y tan cumplido de este manjar de vida, que ya no coman cosa que les sepa bien sino él; porque ve el provecho que le hace, y tiene ya tan hecho el gusto a esta suavidad, que querría más no vivir que haber de comer otras cosas que no sean sino para quitar el buen sabor que el buen manjar dejó.
El Libro de la Vida, Capítulo 22:16
Padre, Sólo te Necesitamos a Ti
San Pedro: Me ha hecho recordar los [panes] que solíamos comer.
Santos: Sí, eran muy buenos...
Dios Padre: ¿Necesitan pan estando conmigo?
San Pedro: No, sólo te necesitamos a Ti.
Dios Padre: (Hizo aparecer unos panes y se los dio) Aquí tienen, pueden comer.
Virgencita: (Todos muy contentos) Ay, Hijo, gracias.
Santos: Sí, eran muy buenos...
Dios Padre: ¿Necesitan pan estando conmigo?
San Pedro: No, sólo te necesitamos a Ti.
Dios Padre: (Hizo aparecer unos panes y se los dio) Aquí tienen, pueden comer.
Virgencita: (Todos muy contentos) Ay, Hijo, gracias.
La Multiplicación de los Panes y Peces
Salió Jesús de allí y llegó a orillas del mar de Galilea. Luego subió a la montaña y se sentó. Se le acercaron grandes multitudes que llevaban cojos, ciegos, lisiados, mudos y muchos enfermos más, y los pusieron a sus pies; y él los sanó. La gente se asombraba al ver a los mudos hablar, a los lisiados recobrar la salud, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y alababan al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
“Siento compasión de esta gente porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer. No quiero despedirlos sin comer, no sea que se desmayen por el camino.”
Los discípulos objetaron:
“¿Dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado suficiente pan para dar de comer a toda esta multitud?”
“¿Cuántos panes tenéis?” preguntó Jesús.
“Siete, y unos pocos pescaditos.”
Entonces mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomando los siete panes y los pescados, dio gracias, los partió y se los fue dando a los discípulos. Éstos, a su vez, los distribuyeron a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos. Después los discípulos recogieron siete cestas llenas de pedazos que sobraron. Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños. (Mt 15:29-38)
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
“Siento compasión de esta gente porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer. No quiero despedirlos sin comer, no sea que se desmayen por el camino.”
Los discípulos objetaron:
“¿Dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado suficiente pan para dar de comer a toda esta multitud?”
“¿Cuántos panes tenéis?” preguntó Jesús.
“Siete, y unos pocos pescaditos.”
Entonces mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomando los siete panes y los pescados, dio gracias, los partió y se los fue dando a los discípulos. Éstos, a su vez, los distribuyeron a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos. Después los discípulos recogieron siete cestas llenas de pedazos que sobraron. Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños. (Mt 15:29-38)
El Juicio Final
Pero cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con El, entonces se sentará en el trono de su gloria; y serán reunidas delante de El todas las naciones; y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí".
Entonces los justos le responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
Respondiendo el Rey, les dirá: "En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.
Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer, tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recibisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
Entonces ellos también responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o como forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?"
El entonces les responderá, diciendo: "En verdad os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a mí lo hicisteis."
Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna. (Mateo 25:31-46)
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí".
Entonces los justos le responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
Respondiendo el Rey, les dirá: "En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.
Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer, tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recibisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
Entonces ellos también responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o como forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?"
El entonces les responderá, diciendo: "En verdad os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a mí lo hicisteis."
Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna. (Mateo 25:31-46)
¿No les Importan los Pobres?
Hace mucho tiempo, invité a todas los países del mundo a hacer mucho bien por todos sus pobres, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Pero todos me ignoraron y ninguno me respondió. Quizás no les importan… “Tuve hambre, y no me disteis de comer, tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recibisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”. (Mt 25:35-36) En vez de cumplir con la Santa Voluntad de Dios, se han dedicado a negar Su Santa Gloria todo este tiempo. Si el mundo calla, gritarán las piedras.
Como San Antonio Predicó a los Peces, y le Escucharon en Gran Multitud
Yo también siempre mando en Tu Santo Nombre, Señor mío Jesucristo,
a todos mis hermanitos, los animalitos de Tu Creación Bendita,
a adorar y bendecir Tu Divina Misericordia junto conmigo,
para Tu Santa Gloria, por todas las almas desdichadas que la desprecian.
a todos mis hermanitos, los animalitos de Tu Creación Bendita,
a adorar y bendecir Tu Divina Misericordia junto conmigo,
para Tu Santa Gloria, por todas las almas desdichadas que la desprecian.
Queriendo Cristo bendito manifestar la gran santidad de su fidelísimo siervo san Antonio de Padua y cuán devotamente merecía ser oída su predicación y doctrina santa aun por los mismos irracionales, entre otras ocasiones, reprimió una vez por medio de los peces la fatuidad de los infieles herejes, como antiguamente en el viejo Testamento había reprimido la ignorancia de Balaam por la boca de una asna. Estando una vez san Antonio en Rímini, donde había gran multitud de herejes, y queriendo atraerlos a la luz de la verdadera fe y al camino de la verdad, predicó y discutió mucho con ellos acerca de la fe de Cristo, y de la Sagrada Escritura; pero ellos no sólo no se convencían con sus santas instrucciones, sino que, endurecidos y obstinados, ni aun quisieron oírlo; por lo que un día san Antonio, por divina inspiración, se fue a la ribera del mar, cerca de la desembocadura del río y comenzó a decir, como predicando de parte de Dios a los peces:
–Oíd la palabra de Dios, vosotros peces del mar y del río, ya que no la quieren oír los infieles herejes.
Apenas dijo esto, acudió repentinamente hacia él a la orilla del mar tanta multitud de peces grandes, pequeños y medianos, que nunca en aquel mar ni en el río se habían visto tantos, y todos levantaron las cabezas fuera del agua y atendían con grandísima quietud, mansedumbre y orden, pues estaban delante, cerca de la orilla, los más pequeños, detrás de éstos los medianos y atrás donde el agua era más profunda, los mayores. San Antonio comenzó a predicarles solemnemente, diciendo:
–Hermanos míos peces, mucha obligación tenéis de alabar, según vuestra posibilidad, a nuestro Creador, que os ha dado tan excelente elemento para vuestra habitación; de modo que tenéis a vuestro gusto el agua dulce y salada, y os preparó muchos escondrijos para refugiarlos en las tempestades, os dio un elemento claro y transparente y comida con qué vivir. Dios vuestro Creador, cortés y benigno, os puso, cuando os crió, el mandato de crecer y multiplicaros, y os echó su bendición; después, cuando con el diluvio universal morían todos los otros animales, sólo a vosotros preservó de daño. Además, os proveyó de aletas para que pudierais discurrir por donde os plazca. A vosotros fue dado, por disposición divina, guardar al profeta Jonás y echarlo en tierra al tercer día sano y salvo. Vosotros proporcionasteis a nuestro Señor Jesucristo la moneda del censo, que él, como pobrecillo, no tenía con que pagar. Vosotros fuisteis alimento del eterno rey, Jesucristo, antes y después de la resurrección, por singular misterio. Por todo lo cual tenéis mucha obligación de alabar y bendecir a Dios, que os hizo más beneficios que a las otras criaturas.
A éstas y semejantes palabras e instrucciones de san Antonio, comenzaron los peces a abrir las bocas e inclinar la cabeza, y con éstas y otras señales de reverencia alababan a Dios de la manera que les era posible. Viendo san Antonio en los peces tanta reverencia hacia Dios su Creador, se alegró vivamente y dijo en alta voz:
–Bendito sea el eterno Dios; que más lo honran los peces que los hombres herejes y mejor escucharon su palabra los animales irracionales que los hombres infieles.
Y cuando más predicaba san Antonio más crecía la multitud de peces, y ninguno se marchaba del lugar que había ocupado.
A la noticia del hecho comenzó a correr la gente de la ciudad y entre ella vinieron tambíen los dichos herejes y viendo el milagro tan maravilloso y patente se compungieron en sus corazones y se echaron a los pies de san Antonio para oír su predicación. El Santo les predicó acerca de la fe católica y tan admirablemente lo hizo, que a todos aquellos herejes convirtió e hizo volver a la verdadera fe de Cristo; quedando también los fieles más confirmados y fortalecidos en ella y con grandísima alegría.
Después san Antonio despidió a los peces con la bendición de Dios, y todos marcharon con admirables demostraciones de alegría, y lo mismo el pueblo. Permaneció el Santo en Rímini muchos días, predicando y haciendo en las almas mucho fruto espiritual.
En alabanza de Cristo. Amén.
–Oíd la palabra de Dios, vosotros peces del mar y del río, ya que no la quieren oír los infieles herejes.
Apenas dijo esto, acudió repentinamente hacia él a la orilla del mar tanta multitud de peces grandes, pequeños y medianos, que nunca en aquel mar ni en el río se habían visto tantos, y todos levantaron las cabezas fuera del agua y atendían con grandísima quietud, mansedumbre y orden, pues estaban delante, cerca de la orilla, los más pequeños, detrás de éstos los medianos y atrás donde el agua era más profunda, los mayores. San Antonio comenzó a predicarles solemnemente, diciendo:
–Hermanos míos peces, mucha obligación tenéis de alabar, según vuestra posibilidad, a nuestro Creador, que os ha dado tan excelente elemento para vuestra habitación; de modo que tenéis a vuestro gusto el agua dulce y salada, y os preparó muchos escondrijos para refugiarlos en las tempestades, os dio un elemento claro y transparente y comida con qué vivir. Dios vuestro Creador, cortés y benigno, os puso, cuando os crió, el mandato de crecer y multiplicaros, y os echó su bendición; después, cuando con el diluvio universal morían todos los otros animales, sólo a vosotros preservó de daño. Además, os proveyó de aletas para que pudierais discurrir por donde os plazca. A vosotros fue dado, por disposición divina, guardar al profeta Jonás y echarlo en tierra al tercer día sano y salvo. Vosotros proporcionasteis a nuestro Señor Jesucristo la moneda del censo, que él, como pobrecillo, no tenía con que pagar. Vosotros fuisteis alimento del eterno rey, Jesucristo, antes y después de la resurrección, por singular misterio. Por todo lo cual tenéis mucha obligación de alabar y bendecir a Dios, que os hizo más beneficios que a las otras criaturas.
A éstas y semejantes palabras e instrucciones de san Antonio, comenzaron los peces a abrir las bocas e inclinar la cabeza, y con éstas y otras señales de reverencia alababan a Dios de la manera que les era posible. Viendo san Antonio en los peces tanta reverencia hacia Dios su Creador, se alegró vivamente y dijo en alta voz:
–Bendito sea el eterno Dios; que más lo honran los peces que los hombres herejes y mejor escucharon su palabra los animales irracionales que los hombres infieles.
Y cuando más predicaba san Antonio más crecía la multitud de peces, y ninguno se marchaba del lugar que había ocupado.
A la noticia del hecho comenzó a correr la gente de la ciudad y entre ella vinieron tambíen los dichos herejes y viendo el milagro tan maravilloso y patente se compungieron en sus corazones y se echaron a los pies de san Antonio para oír su predicación. El Santo les predicó acerca de la fe católica y tan admirablemente lo hizo, que a todos aquellos herejes convirtió e hizo volver a la verdadera fe de Cristo; quedando también los fieles más confirmados y fortalecidos en ella y con grandísima alegría.
Después san Antonio despidió a los peces con la bendición de Dios, y todos marcharon con admirables demostraciones de alegría, y lo mismo el pueblo. Permaneció el Santo en Rímini muchos días, predicando y haciendo en las almas mucho fruto espiritual.
En alabanza de Cristo. Amén.
Florecillas de San Francisco, p. 95-97