Dios perdonó todos mis pecados y me declaró inocente. Les prohibió a mis enemigos que me hicieran daño, pero ellos se rebelaron en contra de El. Me juzgan y me condenan, me atacan y se burlan de mí, mientras yo lucho por cumplir con la Santa Voluntad de Dios.
"Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de sí, os colman de insultos y desechan vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos en ese día y saltad de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo, pues sus padres trataban de la misma manera a los profetas". (Lc 6:22-23)
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