Cuando más me necesitaban, yo no los abandoné. Procuré que tuvieran todo lo que necesitaban para que no sufrieran y derramé tantas bendiciones del Señor sobre ustedes para que fueran muy felices. Pero en vez de agradecerme (nunca nadie me ha dicho gracias, como el Señor manda) algunos de ustedes me atacaron y me juzgaron con mentiras e hicieron que me enfermara de mi mente. Un día, siguiendo su viaje a Jerusalén, Jesús pasaba por Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres enfermos de lepra. Como se habían quedado a cierta distancia, gritaron: No pueden servir a dos señores. No hacen lo que Dios manda, y hacen lo que le desagrada. Si Dios me ha declarado inocente, ¿ustedes de qué me juzgan? Como ya les he dicho, en la vida sólo hay un camino y ustedes saben para donde quieren ir. Si alguno de ustedes quiere seguir a mis enemigos, que se rebelaron en contra de Dios y están condenados al fuego del infierno, puede hacerlo. Va a sufrir mucho haciendo el mal como ellos, pero esa es su decisión. Si quieren estar con Dios, cargen su cruz y síganme.
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